Guadalajara ha perdido otro monumento extraordinario. No era una catedral ni un castillo, ni un palacio ni un convento; no lo formaban piedras muertas, sino que era un monumento vivo, un árbol singular, que durante algunos siglos había sobrevivido en pleno centro capitalino. Se trataba de la olma de Bejanque.
Era un gran ejemplar de olma, que ha estado agonizando en los últimos años; hace poco meses todavía mostraba unas pocas ramas con algunas hojas verdes. Pero ahora ya está seca. Completamente.
El concejal de Medio Ambiente, Lorenzo Robisco, en declaraciones a LA CRÓNICA DE GUADALAJARA confirmaba la noticia: "Los tratamientos que se han aplicado no han surtido efecto y si le quedaba un hilo de vida, ahora prácticamente ya está muerta".
La causa de la muerte ha sido la plaga que está devastando la especie desde hace décadas: la grafiosis, que ha acabado con muchos de los olmos que daban sombra en paseos, plazas y eras de la provincia y de toda Castilla.
A partir de ahora, Robisco aclara que el Ayuntamiento está estudiando distintas formulas para que el árbol permanezca vivo en el recuerdo de los vecinos. |