Durante los últimos años, LA CRÓNICA ha ido acumulando miles de seguidores en Facebook, que han tenido en ese muro una forma fácil de enterarse de algunas de las noticias del diario (no de todas) y de compartirlas o comentarlas.
A lo largo de ese tiempo, los responsables de este diario han podido constatar en muchas ocasiones lo evidente: el usuario de Facebook se conforma, las más de las veces, con el titular de la noticia. Con esos pocos caracteres, nunca más de 100 e incapaces de condensar toda una información de 3.000 ó 5.000, les basta a muchos para forjarse una opinión. O un me gusta. O un cabreo. O la ira incontenida e incontenible del sectario.
Con la esperanza de que el trabajo periodístico no hubiera llegado a ser tan inútil como sospechábamos a la vista de los hechos, fuimos alimentando Facebook un día tras otro. Esta última semana, por ejemplo, una noticia (más bien, su titular) provocó cerca de un centenar de comentarios entre los casi 4.000 usuarios que la vieron; sin embargo, los que llegaron a LA CRÓNICA desde esa red social para leer el cuerpo de la noticia fueron apenas la décima parte de los 1.204 lectores que, mayoritariamente por acceso directo, hicieron clic y se informaron con los datos de una noticia prolija, objetiva y rigurosa como todas las que pretendemos escribir en este periódico desde hace 18 años.
Ante estas circunstancias, comprenderá el lector que quien tiene autoridad para hacerlo haya decidido dejar, al menos por una temporada, de surtir por voluntad propia Facebook con las noticias de LA CRÓNICA. El que quiera compartirlas por su propia iniciativa podrá hacerlo, pero ya no será esta empresa quien se ponga a la faena.
Hablamos de ese mismo Facebook que vive de las noticias ajenas y no paga a nadie por el trabajo de otros. El mismo Facebook que ha acentuado hasta la exasperación la falta de profundidad en la lectura, uno de los mayores cánceres del periodismo digital.
Al que ama este oficio le duele ver las amenazas que lo acosan y la rendición demasiadas veces incondicional con que se hace frente al enemigo. Mientras sigamos implorando un clic y midiéndolo como si esa fuera la Verdad absoluta, mientras tengamos como fuente mayoritaria de financiación en nuestros medios el dinero de la Administración en cualquiera de sus formas, mientras sigamos hablando de "publicidad nativa" para esconder con un eufemismo los publirreportajes de toda la vida y colarlos como noticias pagadas... las redacciones no volverán a ser lo que fueron y los periodistas que alguna vez las poblaron, tampoco.
Facebook, que todavía mantiene su plan de cobrar a los medios de comunicación que utilizan su plataforma, es sólo un síntoma y una prueba; ni siquiera se le puede confundir con un verdugo, seamos justos. Los lectores tampoco son culpables más que de sinceridad cuando nos gritan a cada paso que lo que ellos buscan (flashes de actualidad que alimenten sus convicciones hasta convertirlas en creencias) no lo encuentran en el periodismo, entendido cabalmente como lo que siempre fue: dar a conocer los hechos de relevancia general, de una forma amena y verificada.
O respeto o suicidio. No hay otra opción. En LA CRÓNICA, descartamos por ahora lo segundo.
(Y para que se vea lo tolerantes que somos por aquí, si te ha gustado lo que has leído, puedes hacer "Me gusta" en el icono de más abajo. Ni dejaremos de hablarte ni tú deberías dejar de leernos. Un abrazo y nuestro agradecimiento por tu fidelidad, amigo lector. Porque mañana o dentro de un rato, según marque la información, tendrás más noticias y más interesantes)