La sección que agrupa a estas columnas se llama "En pocas palabras", por la razonable pretensión de no aturdir con frases largas, subordinadas y complejas a quien no las quiere leer, sobre todo en las redes sociales. Y hacerlo, además, con textos de escasa extensión.
Fieles a esa vocación y a tal invocación, escribamos de forma concisa:
El periodismo del siglo XXI es un mero recuerdo de lo que fue en los tres siglos anteriores.
El lector del siglo XXI exige información de su gusto sin pagar por ella. Ni lo hace ahora ni lo hará nunca.
Los posibles anunciantes, además, pretenden que su actividad se refleje gratis, como "nota de prensa", por si cuela.
Si las Administraciones son las que se anuncian, los políticos que temporalmente las gestionan aspiran a no verse zaheridos por el medio, soltando o recortando sedal a conveniencia.
El periodista, en general y sin excepciones, se ha convertido en un muñeco de pimpampún para quienes se entretienen en vomitar su odio en Facebook o Twitter, a falta de otra cosa mejor que hacer.
Lo que en tiempos fue información relevante, y que por eso merecía un titular y un cuerpo de la noticia donde desarrollarla, es ahora el lejano acompañante de los bulos y las medias verdades que se dispersan a golpe de tuit, que son las que se imponen. Cuanto más chuscas, más creíbles.
Esto no está pagado. En ninguno de los sentidos.
Cuando la verdad haya dejado todo el campo libre a la mentira, vaya usted y reclame entre sus amigos del muro de Facebook, para que se lo cuenten.
Será entonces cuando entre todos tendremos lo que cada día estamos procurando. Pudo hacerse mejor pero es probable que no logremos, por acción o por omisión, hacerlo peor.
En pocas palabras:
El periodismo lleva camino de hacerse innecesario, por irrelevante. Entonces será inútil llorar. Casi tanto como hacerlo ahora.
Pero me apetecía escribirlo, más por mí que por usted.