Miércoles, 4 de agosto de 2021    
Alcalá-Galiano recobra la memoria del 23-F  
Actualizado 1 enero 2000
  •   El general afirma, en una entrevista concedida al semanario "El Decano", que Gabeiras le ordenó matar a Tejero

El general Alcalá-Galiano ha resucitado en una interesante entrevista concedida al semanario "El Decano", de Guadalajara, las circunstancia del frustrado golpe de Estado de 1981. Además de proporcionar un notable éxito periodístico a esta publicación alcarreña, los nuevos datos aportados han tenido apreciable repercusión nacional. Para ilustrarlo, reproducimos la información tal y como ha aparecido en la edición del sábado del rotativo madrileño ABC.

MADRID. ABC

El general de división Félix Alcalá-Galiano que, desde su cargo de general inspector del Cuerpo de Policía Nacional, vivió de cerca la intentona golpista del 23-F, afirma en una entrevista a la revista «El Decano» que el general Gabeiras le dijo cuando Tejero se encontraba en el Parlamento que «a ver si puede detenerle o matarle de un disparo». Alcalá-Galiano contestó que «dispararle, tal y como están aquí las cosas, es una locura».

La revista de fin de semana «El Decano» de Guadalajara publica en su último número una entrevista a Félix Alcalá-Galiano, en la que el general de división revela algunos datos sobre la intentona golpista de Antonio Tejero. Por aquellas fechas, el entrevistado era general inspector del Cuerpo de Policía Nacional.

En sus declaraciones, Alcalá-Galiano afirma que al llegar aquel 23 de febrero al Congreso de los Diputados, Tejero «se cuadró ante mí, y me dijo: “A sus órdenes, mi coronel. Sin novedad”. Él no podía saber a qué había ido yo allí. Después pensé qué hubiera ocurrido si este hombre me coge del brazo y amigablemente me mete con él en el hemiciclo; me hubiera formado un lío espantoso. Yo no sabía nada, ¿cómo demuestro yo, ante los ojos de toda España, que no tenía nada que ver con ese señor? Seguidamente, me dijo: “Aunque te he dicho a tus órdenes, no estoy a tus órdenes, sólo estoy a las órdenes del general Milans del Bosch y de Su Majestad el Rey”. Yo ya empecé a mosquearme, porque me nombraba a un capitán general de Valencia, y no al de Madrid. Crucé el patio, me dirigí al teniente mío que mandaba las unidades de allí, y pasamos a su despacho. En la antesala, algunos policías se entretenían leyendo o jugando a los dados, ignorantes de lo que sucedía. Les dije: “Tan tranquilos y estáis inundados de gente”. Me contestaron sin darle importancia: “Sí, han venido algunos guardias civiles”».

«ERA UNA LOCURA»

Alcalá-Galiano agrega en la entrevista que «estando en el despacho, me pasaron el teléfono porque el general Gabeiras, jefe del Estado Mayor -que mandaba a su vez en el general Armada, el segundo jefe-, Gabeiras me preguntó si había hablado con Tejero, y le conté lo que me había dicho. Su reacción fue tajante: “Eso es una mentira, de Su Majestad no tiene ninguna orden”. Después me ordenó: “Si usted es un hombre tranquilo y los tiene bien puestos, a ver si puede detenerle o matarle de un disparo”. Yo le contenté: “Lo primero lo intentaré, pero dispararle, tal y como están aquí las cosas, es una locura”».

A continuación, el general de división agrega en la entrevista que «yo no estaba por la labor de matar a nadie, así que hablé de nuevo con Tejero y le dije: “He llegado a la conclusión que estás engañado, estás más solo que la una”. Él me preguntó: “Y eso, ¿por qué?”. Le contesté que había hablado con el general, y él interpretó que había sido con Milans del Bosch. Para comprobarlo, me llevó a la central de teléfonos, y ordenó a la telefonista que le pusiera con Capitanía de Valencia. Yo cogí otro auricular. Tejero me dijo que dejara el teléfono, que estaba dispuesto a abrirme la cabeza de un telefonazo, aunque fuera coronel. Pero seguí escuchando y oí que hablaba con un tal Ibáñez, jefe del Estado Mayor, que hacía unos meses había hecho conmigo el curso de mandos y era el brazo derecho de Milans del Bosch. Tejero le preguntaba: “¿Qué hago? Ha venido un coronel que quiere desequilibrarme y me está poniendo negro”. El otro le contestó: “¡Pégale cuatro tiros! ¡Deshazte de él como quieras!”. Yo que oía la conversación intervine: “Diego, ¡vaya una manera de tratar a los amigos!”. Él me preguntó quién era. “Soy el coronel al que quieres que aniquilen”, le dije. Reconoció mi voz y dijo que se alegraba de oirme: “¿Sabes?, esto es un golpe”».

Alcalá-Galiano describe cómo fue la llegada al Congreso del director general de la Guardia Civil, el general Aramburu Topete. «Tejero se acercó a él y le apuntó con una pistola diciéndole: “General, le pego un tiro, aunque luego tenga que matarme yo”. Me acerqué y, sujetándole el brazo armado, le abronqué: “Estás loco, ¿cómo se te ocurre amenazar a un general?, estás perdido”. En aquel momento, un oficial de la Guardia Civil me puso una metralleta en la cabeza y me dijo: “Si no le suelta el brazo, disparo”. El general me ordenó que desalojara todo aquello. Me dirigí a un teniente y le dije: “Coge a toda la Policía y en diez minutos desaloja todo. No quiero ver aquí un uniforme nuestro”. Y nos fuimos al “Palace”, serían las siete y media de la tarde. Allí montamos el puesto, con policía alrededor del hotel. Pero Aramburu me dijo: “Los de ahí son guardias civiles, a ver si va a pasar algo. Mejor sería mandar alguna unidad de fuerza especial de El Escorial y que rodeen el hotel. Efectivamente, llegaron y así se hizo, y allí pasamos toda la noche».

«LA VIUDA DE CARRILLO»

A la pregunta de qué dijo a Tejero para que depusiera su actitud, Alcalá-Galiano dice en la entrevista que «yo no fui, fueron los acontecimientos. Él esperaba las unidades de la División Acorazada que estaban ya preparadas. Pero también le falló, porque el general Juste, comiendo en Santa María de Huerta camino de Zaragoza, llamó por teléfono, le informaron de lo que ocurría, se volvió a Madrid y tomó el mando, sí terminó todo».

Asimismo, afirma que la imagen que no olvida de aquella noche fue la de la «mujer de Santiago Carillo, que llamó por teléfono y me lo pasaron a mí, diciendo: “Es la viuda de Carrillo”. Ella lo oyó y no hubo forma de convencerla de que su marido estaba vivo. Así que se presentó en el Congreso. Entre el corresponsal de un periódico francés y yo le aseguramos que su marido estaba bien».