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Jueves, 5 de agosto de 2021 |
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Las putas, Felipe González y un pueblo de Guadalajara | ||||||
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Actualizado 2 junio 2011 | ||||||
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Los campos de soledad y los mustios collados no son patrimonio poético de Itálica sino la descriptiva realidad de cómo se quedan algunos de nuestros pueblos tras la efervescencia electoral. De ser objeto del deseo a caseríos olvidados no media más que un paso, dos urnas y algún suspiro, mayormente de alivio, entre los derrotados. Bien duro es gobernar alcaldías por las alcarrias como para encima añorarlo. En los postreros días del milenio pasado llegó a hacerse famoso el pueblo de Valdeconcha, cuyo valor para lo noticioso quedó entonces acreditado por la acerada y coñona pluma del no siempre añorado Jaime Campmany. Reseñaba en el verano de 1999 el afamado columnista de “ABC” las peripecias de los 68 vecinos con derecho a voto que por entonces acreditaba el pequeño pueblo alcarreño justo antes de henchir el censo con la llegada en aluvión de 69 nuevos electores. Que el candidato socialista de aquel entonces se llamara Felipe González, que dieran por cierto que 22 de los nuevos vecinos se empadronaran en su domicilio y que este se encontrara en la calle de la Chacota fue tomado no a chacota sino a sainete por el reconocido periodista. Siguiendo una acendrada tradición del comadreo electoral celtibérico, se atribuyó el repentino incremento del censo al acarreo de hetairas residentes en reconocidos y reconocibles puticlús. Habladurías. Nada ha quedado en los anales de que en Valdeconcha se produjera un súbito incremento de la satisfacción sexual del personal masculino, complacido ante la placentera perspectiva de compartir pueblo e incluso lecho con sus inesperadas y alegres convecinas. Tal vez no fuera verdad, pero dio para ilustrados chascarrillos. Felipe González (pero no Márquez) ganó por 67 votos a 53. Fueran putas o castas, pájaras o tiernos gorrioncillos, aves de paso sí que fueron porque a la siguiente elección municipal el censo volvió a su cauce, tan escueto de nuevo como el del cercano río Arlés, para quedarse reducido todo a su habitual mínima expresión: el río sin agua y el pueblo sin apenas más sombras que la de la torre de la iglesia. El pasado 22 de mayo de 2011 podrían haber votado 45 vecinos; 39 lo hicieron al PP y apenas 4 se mantuvieron fieles al recuerdo de aquel PSOE que ganaba elecciones pletóricas de votos, con inesperados votantes y húmedas ensoñaciones. Es lo que tiene el paso del tiempo. Hasta aquí llegó el cachondeo y lo cachondo en Valdeconcha, pues los perdedores anduvieron recurriendo lo recurrible... aunque no en los momentos jurídicamente oportunos. Así, lo que ganaron en Albacete lo perdieron en una ultrarrápida sentencia del Tribunal Constitucional de cuando el Tribunal Constitucional era el Tribunal Constitucional y no algo parecido al Tribunal Constitucional. ¿Se imaginan que algo así sucediera ahora? Si la Junta Electoral no lo remedia con una decisión clara e irrebatible, podemos tener un nuevo folletín en la provincia de Guadalajara. Juan Antonio de las Heras, Ana Guarinos, Juan Pablo Sánchez Sánchez-Seco, Porfirio Herrero (si asesina a tiempo a todos los que le anteceden en la lista de Pareja) o quien el PP tenga a bien designar para presidente de la Diputación puede quedarse bizco (o bizca) de tanto mirar para Cifuentes, cuya Alcaldía está en litigio por una papeleta de más o de menos. Sin eso resuelto y bien resuelto, no hay forma de constituir la Diputación. Y los presidenciables, a verlas venir mientras Cospedal encaja entre Madrid y Toledo las piezas de la nueva Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. El que haya de ser alcalde de Alovera o no serlo, de Trijueque, de Yebes, de El Pozo, de Pioz, de Fontanar, de Mondéjar y cualquier otro pueblo necesitado de pactos y de cariño a plazos va a sufrir. Pero ninguno tanto como el posible presidente (o presidenta) de la Diputación Provincial de Guadalajara, atrapado en el sinvivir de no saber cuándo será y hasta cuándo tendrá que aguantar sin serlo. Ni cuantos trenes dejará marchar en la espera, atisbando su futuro político desde el andén y cada vez más acalorado (o acalorada) por los rigores de este incipiente verano, puro bochorno. Para que luego digan que el pescado es caro. Sobre todo el que se vende antes de pescarlo… |
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